15/11/10
El subte cordobés
El ciudadano común, cuando escucha sobre el proyecto de construcción de un tren bala desde Buenos Aires a Córdoba, y un tren subterráneo para esta ciudad, generalmente piensa en anuncios electoralistas utópicos. Sin embargo, objetivamente, y dejando de lado toda connotación política, opinamos que el primero puede considerarse hasta innecesario pero el segundo, encarado como corresponde, es factible.
Entre 1970 y 1980, México duplicó su población, y pasó a ser la urbe más populosa del mundo con 22 millones de habitantes. Como está edificada sobre un lago, recién en 1969, se atrevió a tener un subterráneo. Después de interminables discusiones y análisis de muchos proyectos, comenzó la obra. Construir los túneles fue azaroso: derrumbes de todo tipo, bombas sacando agua día y noche, mientras se avanzaba con trincheras que se inyectaban con concreto, obreros muertos en accidentes, etcétera. El subte de Plaza de Mayo a Once, se construyó a cielo abierto. Se ven las fotografías de la Avenida de Mayo hecha una gigantesca zanja, con los parisinos edificios a ambos lados. Entonces, se piensa en la avenida General Paz, en Córdoba, con sus veredas llenas de tierra. Semejantes experiencias hacen suponer además, que el suelo de Córdoba, con napas subterráneas de agua, tierra de magines, terrenos en parte rocosos, cloacas colapsadas, tendrá inconvenientes parecidos. Con tuneleras. Hoy, los subterráneos no se construyen a suelo abierto, salvo las estaciones o parte de ellas. Se hacen cavando por debajo de la tierra, como el quirquincho. Para ello, se utilizan fresas gigantes, llamadas tuneleras, de nueve metros de diámetro, que avanzan horadando y formando túneles, uno para cada tren, a una profundidad donde no son obstáculos las cloacas, ni las corrientes de agua. La tierra se recoge con cintas corredizas que retornan cargadas. Si se nos permite una comparación: el adenoma de próstata se intervenía a cielo abierto. Un francés, en 1900, ideó hacerlo por el conducto uretral –resección endoscópica – y sacaba los pedacitos de la próstata con una aguja hueca. Aquí, en lugar de ese catéter, se utilizan cilindros de nueve metros de diámetro, los que se van armando a medida que se perfora. Aclaremos con otra comparación: conseguimos una banana enderezada y la comemos, luego, con los trozos de la cáscara, podemos formar un cilindro hueco. En nuestro caso, si se unen las cáscaras de hormigón –cuñas gigantes llamadas dovelas– se forma el cilindro. En la antigüedad eran de piedra y se usaban para construir arcos. En esta obra, se cierra el arco y se forma el cilindro por donde irá una vía. Esas dovelas pueden verse en el barrio de Belgrano, Buenos Aires, en la obra del entubamiento del arroyo Maldonado. En el subte de México, llegaron a agrietarse edificios que estaban a 100 metros de la excavación. Actualmente, para este serenito horadar, se colocan monitores que están en edificios hasta 100 metros de distancia, para registrar la más pequeña vibración. Por razones de salubridad, Córdoba precisa el subte o un tren urbano elevado que, ya hemos explicado, es más barato. El Centro está en un pozo, donde no corre la brisa del río de Rosario o el de Buenos Aires. El smog se vuelve peligroso para los pulmones. En horas pico, en días que no hay cortes de calles, suele congestionarse el Centro con miles de vehículos. La nefasta circunstancia, empero, puede aprovecharse para gestionar el capital. Como el mundo está preocupado por la contaminación ambiental, existe el llamado Programa Crédito de Carbono, que otorga más facilidades de acuerdo a la cantidad de dióxido de carbono que se va a evitar con una obra. (La Voz / Córdoba)